Trabajar al lado de las personas,
acompañándolas en procesos personales o colectivos es el estado permanente de
una profesión como ésta. Ciertamente, son situaciones que diariamente te
enfrentan ante la complejidad del ser humano y del contexto social. Pero a la
vez, te lleva a una situación de satisfacción personal importante.
1. La
Educación Social no es una profesión para grandes impacientes
Esta no es una profesión para grandes
impacientes. Cada persona a la que atendemos tiene su propio ritmo y, en
general, los procesos o las decisiones que esperamos que se generen no son a
corto plazo.
La verdad es que trabajar de educador social
me ha ayudado a medir el tiempo de manera diferente, a saber contemplar los
diferentes ritmos que nos ofrece la diversidad humana y, sobre todo, a
respetarlos.
2. La
Educación Social te hace entender que cada persona funciona de manera diferente
Tampoco es una profesión para el que no sea
algo flexible. La Educación Social también me ha ayudado a
entender una cosa que podría parecer obvia, que todas las personas funcionamos
de maneras diferentes. Priorizamos cosas muy dispares, pensamos de manera muy
diversa… y eso es fundamental a la hora de ejercer la profesión porque a veces
puedes tener la tentación de hacer que el otro funcione con tus principios, tus
ideas… y estaríamos destrozando la identidad de las personas.
El vínculo permanente con personas como
herramienta de trabajo no lo tienen todos los oficios. Y menos, con el nivel de
intensidad que requiere éste. Puedes ser más o menos torpe en las relaciones
con tus conocidos, pero a la hora de trabajar de educador o educadora social,
desde que entras por la puerta del trabajo vas a tener que gestionar
inevitablemente vínculos con personas.
4. Acompañamos
procesos de decisión de las personas
Y no es de extrañar que el tema del vínculo
sea una cuestión esencial en nuestro trabajo, puesto que estar al lado de
alguien para apoyarle en el proceso de toma de decisiones requiere de su
permiso para que puedas compartir con él o ella ese espacio íntimo de decisión.
No es nada fácil conseguir la distancia en esas situaciones. En general un adolescente no necesita que le
digas lo que tiene que hacer, pero algunas veces sí que merece la pena ayudarle
a encontrar estrategias para ese proceso de decisión.
5. El
oficio procura hacer visible aquello que el sistema esconde
La vulnerabilidad no siempre tiene que ver con
el hecho de tener dificultades económicas. Algunas veces el educador puede
hacer de puente para que las personas que no tienen voz en nuestra sociedad
encuentren algún espacio donde tenerla. Las personas más pobres de la ciudad, las que
duermen en las calles, las personas con discapacidad intelectual o incluso la
infancia, no siempre encuentran espacios donde opinar.
También es emocionante, Y ESTA RAZÓN ES MUY
IMPORTANTE, porque en muchas ocasiones trabajamos desde el descubrimiento de
las posibilidades que tiene cada persona para poder decidir sobre sí mismo y
tener una vida con la máxima plenitud posible.
Son muy valiosos aquellos momentos en los que
las personas con las que trabajamos descubren su potencial, a veces escondido
por una sociedad que rechaza sistemáticamente las maneras de funcionar
diferentes. Ver que eres capaz es un gran momento en la
vida de las personas.
7. Trabajamos
en momentos y en espacios de máxima intimidad
El trabajo de un educador o educadora social
se mueve generalmente en espacios de alta complejidad debido a que compartimos
situaciones de máxima intimidad. En un gran número de ocasiones, además,
nuestro espacio laboral es un lugar tan extremadamente íntimo que puede llegar
a ser la propia casa de la persona, el lugar donde vive, su habitación. Y
trabajar donde las otras personas viven multiplica el nivel de complejidad
porque es un lugar donde el otro te tiene que dar permiso para permanecer.
Sin esconder la dureza mental e incluso, en
ocasiones, física de la profesión, el retorno personal que comporta ejercer de
educador social hace de ésta actividad laboral una posibilidad que merece mucho
la pena. Supone el ejercicio de mirar el mundo, nuestro entorno y nuestras
calles de formas diferentes y, además, supone una posibilidad de mejorarlas.
La
Educación Social me ha proporcionado una mirada diferente a mi entorno
Como decía al principio, ésta es una profesión
en la que te pasan cosas que no suceden en ninguna otra. No es una profesión
fácil de ejercer, ni tampoco para acomodados porque supone la responsabilidad
de una revisión personal constante… pero justamente por eso se convierte en un
oficio especial y, desde luego, muy intenso.

Profesor de la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés - Universidad Ramon Llull
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